Dilma Rousseff sostiene la llama de Juegos de Río y pide "tregua olímpica""

La presidenta de Brasil podría ser desterrada de su puesto en medio de la competencia deportiva global. Qué pasará.

 

La llama olímpica aterrizó este martes en Brasilia procedente de Ginebra, primera escala de un viaje por todo el país antes del inicio de los Juegos de Río-2016 y quizá el último gran acto de Dilma Rousseff como presidenta.

El avión, cuya llegada había sido inicialmente anunciada para las 06h30 locales (12h30 GMT), aterrizó con más de una hora de retraso. El presidente del Comité de Organización Río-2016, Carlos Arthur Nuzman, descendió por la escalera portando una pequeña lámpara flameante.

Con rituales indígenas, a bordo de una canoa hawaiana, suspendida de un helicóptero, a pie o a caballo, la antorcha que regirá los primeros Juegos Olímpicos de América del Sur recorrerá 300 ciudades de Brasil transportada por 12.000 personas hasta llegar al mítico estadio Maracaná de Río el 5 de agosto.

"Conocemos la inestabilidad política. Incluso conviviendo con un periodo difícil, muy difícil de la Historia y de la historia de la democracia, Brasil sabrá convivir con la mejor recepción de todos los atletas y visitantes extranjeros porque creamos las condiciones para eso", dijo Rousseff al recibir la llama olímpica en el Palacio de Planalto, Brasilia, su centro de operaciones, que deberá abandonar la semana próxima si el Senado la suspende del cargo por hasta 180 días, el próximo 11 o 12 de mayo, para juzgarla por irregularidades en las cuentas públicas.

"Tengo la certeza de que un país cuyo pueblo sabe luchar por sus derechos y sabe proteger su democracia es un país donde las Olimpiadas tendrán el mejor éxito de los próximos meses", añadió la presidenta en su discurso.

Rousseff deberá esperar la sentencia final en la residencia presidencial, el Palacio de la Alvorada, cobrando la mitad de su salario. Un capítulo que podría extender la agónica disputa de poder entre la mandataria y su vicepresidente, Michel Temer, que ansía su puesto.

Las marchas anti-Dilma recuerdan la protección otorgada por el expresidente Lula da Silva y sus conversaciones telefónicas en la previa al fallido nombramiento del líder trabalhista al frente de gabinete ministerial como receta de salvataje de su gobierno.

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Pese a todas las denuncias en su contra de enriquecimiento ilícito, Lula sigue siendo el político más popular de Brasil. En las encuestas es la persona que los ciudadanos creen que debería ser el próximo presidente en caso de caer Dilma y haya un llamado extraordinaria a elecciones.

Los que quieren a Dilma fuera del poder para sucederla no tienen apoyo popular. Sus estándares en las encuestas están muy por debajo d ela popularidad de Lula, y para colmo de males tienen tantas o más denuncias en su contra -los casos de Cunha y Temer son los más patentes- que el exmandatario de origen paulista.

Si el Senado aprueba el juicio político, Rousseff será reemplazada por Temer, líder de la mayor fuerza local, el centrista PMDB, que hasta marzo integró la coalición de Gobierno y al que la presidenta acusa de "traidor" y de líder de un "golpe parlamentario" en curso.

Con la dinámica política en su contra y la popularidad por el suelo, Rousseff, una exguerrillera de 68 años, anticipó que luchará hasta el final. Pero el clima de fin de ciclo ya está instalado y, según el diario Folha de Sao Paulo, la presidenta "ordenó vaciar sus gavetas".

En el mismo momento en que muchos asesores del oficialismo encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) preparan sus currículum tras más de 13 años en el poder, los responsables de los Juegos sostienen que son inmunes a la descomunal crisis.

"Desde el punto de vista de la preparación de los Juegos, la crisis no afecta en nada porque realmente nuestra planificación y ejecución fueron muy buenas", dijo el ministro de Deportes, Ricardo Leyser, en una entrevista reciente con la AFP.

DESTITUCIÓN EN MARCHA

En el mundo antiguo, la llegada de la llama anunciaba una tregua para que los atletas pudieran trasladarse a Olimpia para la competición, una referencia a la que Rousseff apeló recientemente para convocar a un tiempo de concordia.

Pero en tanto el proceso de destitución avanza a todo vapor, la mandataria continúa buscando opciones para evitar su catástrofe. El diario O Globo informó el lunes de que Rousseff estudia renunciar y pedir al Congreso una enmienda constitucional para celebrar nuevas elecciones en octubre, una iniciativa apoyada por la mayoría de los brasileños.

La opción parece fuera de proporción para la debilidad actual del Gobierno, derrotado de forma aplastante el pasado 17 de abril en la cámara de diputados cuando se votó la petición de 'impeachment' contra la mandataria, pero podría presionar a Temer y sus aliados, que quieren instalarse en la presidencia.

Temer tiene una intención de voto de entre el 1 y 2%, según un sondeo reciente, y Rousseff no pierde oportunidad de recordarle que ella obtuvo 54 millones de votos, tiene mandato hasta 2018 y acusarlo de usar el 'impeachment' para tomar el poder sin pasar por las urnas.

Pero si el Senado le baja el pulgar, Brasil se encontrará con la paradoja de tener dos presidentes durante los Juegos Olímpicos, uno suspendido y otro en funciones.

BLINDAJE.

Intentando blindar los juegos de la grave crisis política y la peor recesión económica en décadas, los organizadores esperan una cita que deje en la memoria la belleza singular de una ciudad célebre, con sus montañas, sus playas y su famosa estatua del Cristo Redentor, una de las postales más conocidas del mundo.

Con las competiciones ya en el horizonte y la infraestructura prevista casi totalmente lista, aunque afectada por recortes de presupuesto debido a la crisis, los Juegos empiezan a entremezclarse con los titulares del terremoto político.

La antesala no fue precisamente un catálogo de buenas noticias en un Río de Janeiro donde empeoran los índices de violencia y 11 trabajadores han perdido la vida en las obras olímpicas.
Al 'boom' de casos de dengue en Brasil se sumó un brote inusitado de virus del zika, una dolencia también transmitida por mosquitos que trajo consigo un gran aumento de casos de bebés nacidos con microcefalia (cerebro anormalmente pequeño) y que encendió alarmas. El país combate asimismo el virus H1N1, que ya ha dejado 230 muertes este año, y la chicunguña.

La antorcha aterrizó en un Brasil polarizado, inestable y que deriva en un mar de dudas.

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