El nuevo niño rico

    Este comunicador, que fue bañado en cerveza en el estadio de los Cardinals por muchos mal educados hinchas mexicanos, intentará -algunas horas después- repasar las razones de un debut en falso.

    Bronca reflejada en el rostro de los futbolistas. 

    La misma que mostraron en la cancha cuando el partido degeneró en un aluvión de quejas por la mano que precedió el gol de Rafa Márquez y el gesto obsceno del asistente Milcíades Saldívar. 

    Así dejaron el University of Phoenix.

    Este comunicador, que fue bañado en cerveza en el estadio de los Cardinals por muchos mal educados hinchas mexicanos, intentará -algunas horas después- repasar las razones de un debut en falso. 

    Cómo ocurrió en Recife por las Eliminatorias hay que asociarlo a un arranque con varios desajustes coronados por el gol en contra de Palito Pereira. 

    Aquella vez, el duelo entre los equipos de Suárez y Neymar se pudo remontar. 

    En Phoenix, hubo que digerir un desagradable tequilazo.

    México, sus jugadores, sus comunicadores deportivos y los hinchas, están convencidos que se encuentran en el Olimpo del Fútbol dirigidos por el Dios Osorio. Pasean con cierta soberbia su nueva realidad futbolística y entierran un pasado de muchísimos fracasos impropios para el nivel económico de una liga muy poderosa.

    Se sienten el primo cercano del Barcelona y catapultan a sus jugadores a un rango estelar al punto que deberían caminar por las calles de Estados Unidos con mayor seguridad que estrellas como Brad Pitt, Di Caprio o Will Smith.

    No sería de extrañar que "Chicharito", Raúl Jiménez o Corona sean identificados como los herederos de la MSN culé.

    Es más, hoy agregaron a su particular visión del fútbol desde las coloridas páginas verdes del diario Récord, una declaración de "garra azteca" que supera -a consideración de la crítica- las maravillosas hazañas de un país de mínimos recursos como el nuestro.

    En fin...

    Después de ese gol en contra hay una historia que no es color de rosa. 

    México asumió el protagónico del primer tiempo con buen manejo de balón, acertada utilización de las bandas y dominio de los tiempos del juego. Tuvo la pelota y, por ende, no la tuvo Uruguay. Cortó cuando fue preciso. 

    No es necesario aclarar que se impuso con autoridad en un primer capítulo que se cerró con la expulsión de Matias Vecino.

    Para el complemento, con un hombre menos y el ingreso del siempre rendidor Alvaro González, Uruguay le cortó los aceitados circuitos al Tri. Con paciencia de artesano y las banderas de lucha desplegadas por el excepcional Godin y su lugarteniente Josema Giménez, el equipo machacó hasta conseguir su propósito. 

    El grito furioso del empate encendió la ilusión pero México golpeó hasta obtener un excesivo 3-1.

    Más allá de broncas y furias que acompañaron el fin del juego, uno comienza a pensar en el futuro. 

    Muchos han emparentado la situación con la vivida en el Mundial de Brasil. Particularmente, me niego a comparar a Venezuela y Jamaica con Inglaterra e Italia.

    El único punto de contacto que encuentro es la lesión de Suárez y me rechina tildar de situación límite la que atraviesa una linajuda celeste que tiene que hacer frente a dos débiles combinados en el cierre del grupo.

    La solidez del mediocampo en detrimento de algún futbolista de buen pie puede liberar a Carlos Sanchez y a un cuarto volante que tal vez no sea Nicolás Lodeiro.

    La impetuosa recuperación de Luis Suárez comienza a presionar. 

    Más allá que no hay intención de apurarlo, su fama de "Pistolero" más rápido de la Liga de España y alrededores envalentona a los nuestros y atemoriza a los rivales.

    Mejorar en la salida, saber que un mínimo detalle define un duelo, aprovechar las oportunidades, sacar ventaja en el juego aéreo, rodear a Cavani. Son puntos a trabajar.

    Por ahora, ni CTI, ni calculadora, ni siquiera internación por precaución. 

    Uruguay depende de su suerte y no es poca cosa.

    México, tras la victoria, se muestra con aire de nuevo rico dilapidando elogios para su vida por América. 

    Quien olvida su pasado está condenado a repetirlo.

     

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