PROTAGONISTAS

El día después del femicidio: la lucha que atraviesan las familias de las víctimas

El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer: hablan las familias de Valeria Sosa, Milagros Chamorro y Cristina Gayoso.

Valeria Sosa fue asesinada por su expareja delante de sus hijos en 2017. Milagros Chamorro se suicidó en 2024, 15 años después de haber sido víctima de una violación grupal. Cristina Gayoso fue víctima de femicidio por su expareja y su hija fue testigo, en el año 2012. Este 25 de noviembre, Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, las familias de estas víctimas hablan de lo que queda, de las historias truncas, del dolor y de la lucha.

La familia de Valeria Sosa ha marchado durante mucho tiempo pidiendo justicia por ella. Valeria tenía 29 años y era bailarina en Mi Morena. Fue asesinada delante de sus hijos de siete y diez años por su expareja, que era policía.

Beatriz Olivera es su madre y contó que la lucha que más sufrieron fue por la tenencia de sus nietos, que la logró siete años después.

“Era una persona divina, siempre alegre. Se ocupaba de sus hijos. Ella estaba radiante. Estaba haciendo lo que ella quería”, expresó.

Describió la lucha como “muy dura y constante”: “Nunca bajé los brazos, pero te desmoralizaba un poco porque las partes que se tenían que ocupar nos negaban todo”, remarcó.

“Siempre nos buscaban una causa a nosotros. Siempre excusas y cosas. Muchas lágrimas, muchas decepciones”, dijo.

Contó que ahora sus nietos sienten “libertad de hablar” y decir lo que piensan y sienten. Le cuentan si sueñan con su madre.

“No hay día que no hablemos de Vale”, agregó y dijo que busca estar fuerte por sus nietos. “Tenés que aprender a vivir con el dolor, y para mí no hace siete años, para mí fue ayer”, confesó.

Milagros Chamorro fue víctima de una violación grupal cuando tenía 14 años. Lo pudo denunciar años después y el caso prescribió. Se suicidó en un centro de salud en octubre de 2024, a los 29 años.

Su madre, Laura Cabrera, lucha ahora para que estos delitos no prescriban, para que ninguna otra madre pase por lo que ella tuvo que vivir.

“Mili siempre fue una persona muy preocupada por los demás, muy empática, una persona alegre. Me suena la carcajada de ella cuando hablábamos”, compartió.

Laura siente “muchísimo dolor” por no haber sabido de lo que le pasó a su hija cuando era adolescente. “No pudo hablar. Siento mucho dolor como madre de no haber estado ahí para ella. Esos años posteriores fueron muy difíciles. Yo la acompañé muchas veces a juzgados, a abogados de oficio. Se le cerraban puertas, ella se deprimía”.

Sobre lo que busca ahora, como madre, afirmó: “Me gustaría que se hiciera justicia, que los delitos sexuales no prescriban, para salvar a otras chicas, que ninguna otra madre tuviera que pasar por algo así”.

Ella, como madre que perdió a su hija, siente que es “como estar un poco muerta en vida” y que sigue por sus otros hijos y su nieto. “Pero despertar cada mañana es muy doloroso”, dijo.

María Paz Rivera tenía diez años cuando en 2012 vio cómo su padre mataba a su madre tras una discusión. Sus hermanos de cinco y 14 años también estaban en la casa.

“Me acuerdo todos los días. Fue bastante traumático porque era una niña cuando pasó y haberlo visto, haberla tenido a ella en mis brazos, y sentir que no podía hacer nada, la verdad todos los días que me acuerdo digo que hubiese querido que nunca hubiera pasado, pero a la vez me hace querer ser mejor persona, ser mejor mujer”, expresó la joven.

La mayor lucha de los tres fue procesar lo que les pasó y entender que eso no tiene por qué repetirse en sus vidas.

“De las peores luchas, los problemas psicológicos respecto a la ira, al manejo de las emociones, a querer tener un vínculo que solo sea sano pero que a la vez tenés un ardor por dentro que querés que se vaya, pero también es muy difícil que se vaya. Nos cuesta a los tres hoy decir ‘ya no queremos sentir esas cosas porque ya no somos esas familias, ya ellos no están, pero a la vez es difícil porque sentís que lo tenés adentro”, expresó.

Ahora viven los tres juntos. “Mis hermanos siempre van a ser todo para mí. Siento que tenemos un escudo invisible, que por más que a veces te peleás, discutís o no te ves mucho, cuando pasa algo sabemos que siempre vamos a estar”, afirmó.

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