Tras realizar el Compromiso de Honor Constitucional y ser investido como presidente, Yamandú Orsi pronunció un discurso ante la Asamblea General en el que destacó los 40 años de democracia ininterrumpida desde 1985, habló del valor de la libertad y destacó cuáles serán sus compromisos de gestión: pobreza infantil, seguridad, ciencia y tecnología.
Lea aquí el discurso completo del presidente Yamandú Orsi tras asumir el cargo en la Asamblea General
El presidente Yamandú Orsi habló de democracia, libertad y fijó sus prioridades para el gobierno: pobreza infantil, seguridad, ciencia y tecnología.
A continuación, la transcripción completa del presidente Orsi:
“Señora Presidenta de la Asamblea General. Señoras y señores legisladores. Señor presidente y ministros de la Suprema Corte de Justicia. Señores presidentes y jefes de Estado de países hermanos. Señoras y señores jefes y miembros de delegaciones internacionales que nos honran con su presencia. Señores comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas.
El eufórico saludo de la primera dama, Laura Alonsopérez, desde el balcón junto al presidente Orsi y sus hijos
Señores expresidentes de la República Oriental del Uruguay, Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera y José Mujica. Autoridades nacionales y departamentales. Compatriotas residentes en el país y en el exterior. Pueblo uruguayo. Señoras y señores.
En un día como hoy, pero hace exactamente cuarenta años, Uruguay recuperaba su democracia. Asistimos, desde entonces, al periodo más largo de vida democrática en la historia del país. Es un enorme orgullo poder celebrarlo no sólo ante mis propios compatriotas, sino ante mandatarios y autoridades de varias partes del mundo. El primero de marzo de 1985, el país recobraba la institucionalidad democrática luego de 13 años de dictadura cívico militar. Atrás quedaba el periodo más doloroso de nuestra historia contemporánea, marcado por la persecución política y la crueldad humana como método de gobierno y por el saqueo económico como parte central de ese proyecto político.
Hay secuelas de ese periodo que continúan hasta hoy, por eso, es tan justo como imprescindible mantener intacto el compromiso con la libertad, la verdad y la justicia. Durante estas cuatro décadas, cada cinco años, los ciudadanos han elegido a sus gobernantes en una fiesta cívica que enorgullece a la República.
Este es un país de partidos políticos, de alternancia en el poder, de acuerdos. Un país en el que la confianza sigue siendo un elemento central para su funcionamiento. Por eso decimos que el Uruguay es un país que funciona.
Así que gracias democracia, gracias República, gracias partidos políticos por hacer de este Uruguay una amalgama plural de convivencia que aún despierta su asombro en el mundo. El 24 de noviembre pasado, los ciudadanos de nuestro país me otorgaron, a través del voto, la mayor responsabilidad a la que un uruguayo puede aspirar: la Presidencia de la República.
Sólo una síntesis de republicanismo con partidos políticos sólidos como la de nuestro país, pudo lograr que alguien como yo, o como ustedes, legisladores electos, que venimos del interior o de un barrio de la capital, que somos trabajadores, profesionales o empresarios, podamos acceder por decisión del la ciudadanía a estos honorables cargos, y podamos andar por nuestras calles libremente.
Llego a la Presidencia con la misma convicción y vocación de servicio de siempre. No llego solo, llego con la experiencia de mis años en mi querido Canelones, con lo aprendido de cada vecino y vecina con quienes trabajamos por un mejor departamento. Llego también con las enseñanzas de los queridos Marcos Carámbula, Tabaré Vázquez y José Mujica.
Así como no hay República, ni libertad, ni convivencia pacífica sin democracia, tampoco hay democracia sin partidos políticos; bien sabemos que tenemos que atesorar esta construcción en tiempos donde proliferan las expresiones de antipolítica y las lógicas excluyentes. Seamos siempre adversarios, pero nunca enemigos. Y alejémonos todo lo posible del cinismo y la frivolidad, para no tener que lamentar el descreimiento en la política y sus consecuencias.
Corresponde entonces agradecer a los partidos políticos de mi país, vasos comunicantes de la democracia con el pueblo, estructuradores de los debates civilizados, garantizadores del pluralismo democrático, vacuna contra los excesos surgidos del mesianismo.
Los uruguayos siguen votando por referencias e identidades partidarias, más que por candidatos individuales, por más destacados que parezcan.
Corresponde también agradecer a los ex presidentes aquí presentes: Julio María Sanguinetti, Luis Lacalle Herrera y José Mujica; a los que desgraciadamente no están entre nosotros: Jorge Batlle y Tabaré Vázquez; y al presidente saliente, Luis Lacalle Pou, a todos ellos, por sostener y alimentar esta reconstrucción democrática de manera ininterrumpida durante cuatro décadas.
Este gobierno llega precedido entonces de esa acumulación positiva y es mi deber, además de mi convicción, cultivarla en distintos planos de la vida nacional.
Gracias a esa acumulación hemos conquistado cada vez más derechos, cada vez más desarrollo cultural, artístico y científico.
Gracias a esa acumulación positiva el país pudo superar en 2002 su peor crisis en este periodo democrático y lo hizo a través de la acción política y el diálogo incansable, encabezado por Alejando Atchugarry, y acompañado por actores políticos, sindicales y empresariales. Gracias a esa acumulación, cada vez más jóvenes del interior del país acceden a una educación terciaria gratuita, producto del esfuerzo de la Universidad de la República y de la UTEC. Esa acumulación positiva ha permitido también que Uruguay sea un país de reglas estables, donde los contratos se cumplen, donde el Estado honra sus compromisos, donde la estabilidad macroeconómica es una política de Estado.
Podremos discrepar en los instrumentos para lograr un mayor reparto de los frutos del trabajo nacional, una política muy relevante para nosotros, pero no vamos a ignorar las reglas de funcionamiento de la economía que Uruguay mantiene desde su restauración democrática. La acumulación positiva también trasciende fronteras, porque Uruguay es reconocido en el mundo por su vocación de paz, su incansable brega en pos de la solución pacífica de los conflictos y por ser una tierra fraterna y hospitalaria con los migrantes de todas las latitudes.
Para continuar ese camino será necesario mucho diálogo, mano tendida y capacidad de comprender las distintas sensibilidades que expresa nuestra comunidad. Y no me refiero sólo a las sensibilidades partidarias, sino también a las sociales, culturales, geográficas, étnicas, de género, entre otras. No llegamos al gobierno con la lógica de imponer. Personalmente me revelo contra ese supuesto país de las dos mitades, donde la mitad que gana recurre al orden y mando, y la otra mitad debe estar poco menos que condenada a obedecer bajo protesta. Sepan que nunca supe llevarme muy bien con los muros, tampoco con los ideológicos. No provenimos del clavel del aire, es cierto. Llegamos en representación de un partido político que mantiene, desde hace décadas, principios y valores puestos a prueba, incluso, en las circunstancias más trágicas.
Llegamos, también, con el mandato ciudadano de cumplir un programa, una orientación específica de gobierno, que aspira a revertir los problemas urgentes que padecen sectores importantes del pueblo uruguayo. Pero no llegamos, no volvemos, con la verdad revelada, con la respuesta perfecta a todos los problemas, ni tampoco con el afán de cobrar cuenta alguna. Dijimos y repetimos en la campaña electoral que no llegaríamos al gobierno con un espíritu refundacional, pero sí con la certeza de que las causas de nuestro pueblo no admiten la menor demora. No comienza un tiempo de refundación, sino uno de nuevas propuestas y de construcción permanente.
El país necesita recuperar una senda de crecimiento que genere, a partir del desarrollo más intensivo del conocimiento y de la inversión, no sólo mayor cantidad, sino también, calidad de trabajo; que permita un piso de dignidad salarial y, con ello, una mejor distribución del ingreso. Los pilares del Uruguay productivo están sustentados por su pasado, por su presente y su futuro: el Uruguay ganadero que viene desde nuestros orígenes, el Uruguay con su soberanía y sustentabilidad energética, y el Uruguay de la ciencia, la investigación y la innovación como pilares para el desarrollo y su contribución a una economía basada en el conocimiento.
El evidente cambio climático nos advierte que debemos formular estrategias de desarrollo con un enfoque sostenible y humano, respetando los límites de la naturaleza y garantizando un futuro mejor para las próximas generaciones. La preparación de nuestro país para eventos climáticos extremos es una necesidad ineludible. Este desafío del presente exige planificación, inversión y compromiso. Debemos fortalecer nuestra infraestructura, mejorar los sistemas de respuesta y priorizar políticas de mitigación y adaptación para proteger a nuestra gente.
En el mismo sentido, es imperioso avanzar en un Plan Nacional de Aguas para garantizar el abastecimiento, la producción y la protección de uno de nuestros recursos más valiosos, y desarrollar el riego como una estrategia nacional para agregar valor a nuestra producción. En ese contexto, haremos todos los esfuerzos para ampliar y mejorar la producción de carne, de arroz, de soja, de madera y celulosa. Trabajaremos para consolidar el agronegocio a la vez que se fortalece la producción familiar y se protege adecuadamente a la granja y la lechería.
El ecosistema científico será jerarquizado con la creación de una Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación en Presidencia, con el objetivo de consolidar a Uruguay como un referente en este campo y fomentar su desarrollo sostenible a través de su integración en la economía global del conocimiento.
Todos estos avances demandarán, invariablemente, diálogos y acuerdos permanentes entre trabajadores y empresarios, que el gobierno impulsará no solo con el fin de que existan mejores relaciones laborales, sino como mecanismo imprescindible para un desarrollo económico equilibrado.
También necesitamos reconstruir la convivencia entre nosotros, sabiendo que la seguridad constituye uno de nuestros derechos humanos fundamentales. No habrá contemplación alguna con el delito, ni con la represión del delito, pero bien sabemos que la solución será insuficiente -y hasta demagógica- si no atendemos decididamente las múltiples causantes de la violencia. Sigue intacto nuestro compromiso con la lucha frontal contra el crimen organizado, el narcotráfico y el lavado de activos. Y estamos convencidos de que un compromiso de tal magnitud sólo puede ser asumido con la colaboración y cooperación entre los países hermanos. Necesitamos reconstruir una matriz de protección social que tanto nos ha identificado y distinguido como país.
Carlos Real de Azúa, uno de nuestros principales pensadores del siglo XX, hablaba del Uruguay como una sociedad amortiguadora, cuya cohesión residía en el acceso más o menos generalizado a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo.
Estos tiempos están caracterizados por tramas sociales más complejas, por supuesto, pero hay paradigmas a los que no debemos renunciar. Y para esto, se vuelve imperioso colocar todo el peso del Estado en combatir afrentas dolorosas que nos niegan como sociedad, la primera de ellas: la pobreza infantil.
Un país que no cuida a sus niñas y niños no se cuida a sí mismo. Es inadmisible que un país de renta alta como el nuestro, tenga uno de cada cinco de sus niños y adolescentes viviendo bajo la línea de pobreza. Tenemos que garantizar un mínimo de dignidad y lograr que cada niño pueda alimentarse en su casa. Tenemos que incentivar la feliz aventura del aprendizaje, asegurando que cuenta con las herramientas indispensables para empezar las clases.
Pero bien sabemos que no hay infancias pobres sin adultos pobres, y por eso también debemos garantizar el sustento de las familias que tienen esos menores a cargo, en especial el de las mujeres jefas de hogar. Hoy también es urgente atender los problemas de salud mental, que afectan de manera transversal e intergeneracional a parte de nuestra población. Debemos atacar esta problemática desde una lógica integral, entendiendo por esto el abordaje desde distintas ópticas: social, sanitaria, cultural y comunitaria.
Debemos volver a los territorios, sea este un centro de salud, un centro educativo; debemos ir al encuentro de aquellos que quedaron olvidados. Queremos aportar a la construcción de mayores espacios de libertad, por cierto. Es esta una condición esencial de nuestra visión del ser humano, pero cuyo sentido o significado hoy adquiere interpretaciones tan vastas como vacuas.
Sobrevuela un concepto de libertad ultra individualista que predica el predominio del más fuerte. Nunca será esta nuestra noción de libertad. La libertad individual en la que creemos es en clave de convivencia e igualdad de oportunidades en los aspectos esenciales de la vida. ¿Cuánta libertad puede ejercer o gozar un compatriota que tiene que peregrinar semanas por un centro de salud para onseguir sus medicamentos? ¿Cuán libre es quien padece serios problemas de vivienda o de trabajo? ¿Cuánto, las mujeres que se sienten violentadas en la calle o puertas adentro de su hogar? ¿Qué libertad individual plena puede ejercerse en medio de la desigualdad colectiva? Ya la historia comprobó el error (u horror) de sacrificar la libertad en aras de una supuesta igualdad. No incurramos en la falacia contraria.
Queremos encabezar un gobierno que también se caracterice por el principio de humanidad. El sentido humano será el espíritu con que se aborden las soluciones a los distintos problemas del país, pero también el modo de ejercer el servicio público, de poner oído ante cada problema o angustia de nuestro pueblo, de entender al que piensa distinto. El sentido humano como el más común de los sentidos de un gobierno. No podemos ser indiferentes ante el dolor de ningún compatriota. Hace 200 años Uruguay comenzaba a forjar su destino, desde aquel primer grito de independencia hasta la república que actualmente conocemos.
Hoy seguimos escribiendo la historia con el mismo compromiso. Porque la democracia no es un punto de llegada, sino un camino que se construye día a día, un proceso colectivo que se mide en años, sí, pero también se mide en su capacidad de garantizar mejores derechos, de generar mayor igualdad, de propiciar una mejor convivencia. El régimen democrático adquiere sentido y perdura en el tiempo si es capaz de asegurar a su gente condiciones esenciales de trabajo, de alimentación, de salud, de seguridad, de recreación, de cultura. En otras palabras, la buena salud de la democracia está íntimamente asociada al logro de ciertos estándares de bienestar.
La democracia goza de buena salud también cuando sus gobernantes son trabajadores incansables y nunca pierden de vista por qué y para qué están donde están, es decir, para mejorar la vida de los orientales. No hay otro fin, no hay otra ambición. La única ambición de este gobierno está íntimamente ligada a la búsqueda de la pública felicidad. La democracia también goza de buena salud cuando sus instituciones son sólidas, cuando la justicia es igual para todos y cuando se defiende a ultranza el mandato republicano de la independencia entre poderes. La democracia goza de buena salud cuando sus ciudadanos y ciudadanas participan activamente de la construcción política de la República, que no se agota en el sufragio.
La democracia gozará de una mejor salud el día que todas las familias uruguayas sepan dónde están sus familiares desaparecidos. Honorables visitantes extranjeros: desde un país como el nuestro, enclavado en el Sur de América, queremos sumar esfuerzos para contribuir con la estabilidad y la paz en un mundo cada vez más complejo y cambiante.
El avance de las acciones y acuerdos del Mercosur, el reforzamiento de la Celac, la participación cada vez más activa en la OEA, la profundización de la cooperación Sur-Sur, la multiplicación de los acuerdos con los grandes países de referencia de nuestro mundo en forma bilateral y multilateral, serán algunas de las banderas que desplegaremos en estos cinco años. Una de nuestras principales responsabilidades es que esta región siga siendo un continente de paz, con mayor estabilidad, equilibrio social y económico, y que seamos capaces de un mejor proceso de integración.
Hoy hice un juramento que prometo honrar con dedicación, con escucha atenta, con fervor y con trabajo incansable. Ese es el compromiso que asumo y que extiendo a cada persona que me acompañará en este desafío. No seré vacilante ni indiferente. Para algunas causas no hay tiempo que perder, y las he colocado entre mis prioridades de gobierno. Es tiempo de abrir las puertas a la esperanza, con la convicción inquebrantable de un país que sabe cuál es el rumbo, con el legado de los que lucharon y nunca bajaron los brazos. Hoy avanzamos con la fuerza del presente y con la mirada en el futuro.
Vamos a construir un mejor Uruguay. Hoy comenzamos. Larga vida a la República, larga vida a la democracia, larga vida a los partidos políticos que garantizan el pluralismo y la libertad. Que nuestro país sea un faro de convivencia, de respeto y de desarrollo para todos los uruguayos y uruguayas.
Muchas gracias".
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